Argumento: Luego de la derrota sufrida en el enfrentamiento con Alphard, Canaan deambula por la ciudad lamentándose de su propia debilidad, mientras la líder de Hebi ultima con sus seguidores la forma de ataque a la cumbre antiterrorista con la coartada de la agencia de seguridad Daedala. Maria, quien había permanecido junto a Yun Yun desde la noche anterior, se queda en casa mientras esta va a uno de sus trabajos. Allí, su actual empleadora, Lian Qi, le ordena infectar al subsecretario japonés con el virus UA. Yuri logra localizar a Canaan y le informa sobre los movimientos de Hebi, además del nuevo objetivo para la mercenaria, hallar a la borner Sun Yun Mei también conocida como Yun Yun. Para cumplir su misión, Yun Yun intenta conseguir empleo en el bar de Santana donde se encuentra con Hakko, quien resulta ser una vieja conocida suya. Una vez llegada la comitiva japonesa al bar, Yun Yun falla en su intento de envenenamiento, y a su vez, llegan Minoru y Maria para interrogar a Hakko sobre su marca pese a la negativa de Santana. Fuera del bar, Canaan encuentra a Yun Yun y la interroga con su propia arma que originalmente apuntó a la mercenaria; sin embargo, Maria interviene provocando que Canaan se retire. Por órdenes de Lian Qi, Yun Yun toma como rehén a Maria para atraer a Canaan y eliminarla con dinamita, sacrificándose. Tras un pequeño forcejeo sobre un puente, ambas caen al mar del que Canaan salva a la borner tras haberle quitado la dinamita. Este acto provoca la reconciliación de las protagonistas y que Yun Yun decida abandonar su misión, por lo que acompaña a los demás a su hotel donde les revela algunos datos sobre la naturaleza de los borner. Posteriormente, en uno de los centros de operaciones de Hebi, Cummings reporta a Lian Qi la infección del subsecretario japonés y discuten sobre la fármaco dependencia de los borners y su riesgo de muerte en casos de abstinencia. Al amanecer, Yun Yun abandona la ciudad mientras alguien deja una carta bajo la puerta de la habitación de Minoru y Maria.
Impresiones: Todo flujo informativo o expositivo en una narración cuenta, al igual que las cadenas, con un eslabón débil. Esa es la primera impresión que cruza por la mente del espectador al visualizar este episodio, y es que los veinticuatro minutos dedicados al inicio de la segunda parte de la serie, manteniendo la premisa de capítulos anteriores, recurren a la distribución de información controlada en un contexto argumental de relaciones. No obstante, la estructura de la historia además de interactuar con el stand alone alberga un esquema rígido que contempla como fundamentales los giros y picos narrativos. En realidad, esta manera de contar los eventos es una forma de apelar al crescendo sólo por conseguir de los televidentes una reacción en determinado punto del capítulo. Así, en una peculiar conjunción y valiéndose del postulado clásico de incorporación de miembros en el grupo protagonista, se desarrolla la historia de un personaje secundario a la vez que se controla el tiempo lo suficiente como para cubrir un episodio autoconclusivo. Esta es la justificación de que en apariencia no se cuente nada relevante al enfocarse casi todo en el presente de un personaje, pues no se advierte que la funcionalidad de un relato de este tipo radica en la revelación de los vínculos con los demás personajes, factor que ayudará a determinar qué hipótesis es más válida en una proyección del final o evolución de la trama; considerando sobre todo que esta serie fuera de sus evidentes temas delimitados posee un discurso sobre la vinculación de las personas y su importancia, sean estas movidas por emociones típicas como el odio, venganza y culpa, las más enaltecedoras como la gratitud, justicia y amistad, así como la siempre atractiva devoción enfermiza.
Este último aspecto es el correspondiente a los perfiles dibujados en el episodio, pues si bien es cierto que el eje de esta ocasión es Yun Yun y sus predicamentos – mas no su pasado en retrospectivas, cosa que se hubiera adivinado trillada –, su interacción con los demás ayuda a entender a otros personajes. Toda relación no es recíproca ni equivalente, si está mediada por la comunicación, lo transmitido cobrará una orientación en dirección a un vector, en este caso al rol principal de turno. Es por eso que todo personaje fruto de esta interacción desigual enriquecerá su halo de personalidad y ganará además las experiencias requeridas para su identificación como entes vivos, reales y creíbles en el argumento. Una de las características del anime de públicos masivos es la creación de personajes claramente identificables o predecibles – algunos prefieren el término genérico, pero es uno tan antojadizo y coyuntural como lo que pretende definir –, situación que ha alcanzado un punto álgido en este siglo; así, es notable que en una producción como esta se prescinda del loli, de los uniformes escolares, de los poderes mágicos e invocaciones y el moe “per se”. Pero no nos confundamos, la serie se orienta a un sector amplio y aunque se presente en un escenario de relaciones femeninas se las ingenia para dotar a sus personajes con estas cualidades tipo. Yun Yun se debate entre dos bandos, y sus conflictos emocionales son tales que dejan en evidencia lo que el público quiere; ella no será una colegiala pero con su humor, sentido de lo práctico, calidez, ingenuidad, inocencia, y porqué no estupidez, reemplaza a esa niña que algunos sectores consideran importante en las historias ligeras. Una chica tonta e inocente probablemente sea uno de los ideales japoneses de los últimos tiempos, anhelo alimentado con la tradición machista de la cultura de Oriente, por tanto es un factor a tener en cuenta en la creación de productos que aspiran a gozar de la aceptación y ganancias. Aun así, el tratamiento de Yun Yun y su actuar no es del todo un ejemplo definitivo de este fenómeno, pues salvando las esporádicas apariciones de extras menores de edad, la niña Canaan del episodio anterior cubría en sentido estricto la cuota infantil. Entonces, ¿cómo se explica este personaje? Diremos que como una vía de escape. Este manejo corresponde al filtro por el que se incluyen, no tan subliminalmente, estos contenidos gratuitos que se apoyan en la comedia que ya delatamos como ingrediente intermedio, certificando su validez en la presencia de representantes masculinos y femeninos, respectivamente Minoru y Yun Yun. Este torrente episódico no hace más que confirmar la regularización de eventos en posteriores capítulos, en los que la importancia caerá sobre otros roles como veremos a continuación.
Otro de los personajes que logró enriquecer su historia – aunque es mejor la frase “alimentó” su mística –, fue Lian Qi, resultado de esa interacción explicada líneas arriba. Versando el episodio sobre Yun Yun, se dio espacio para revelar datos y adelantar la línea de protagónicos a seguir, certificando la estructura de la que hablamos. Este episodio es un preludio, el primero de la segunda parte argumental y trata de encadenar eventos, colocando a la mano derecha – en apariencia, o cuando menos la secuaz más carismática –, de Alphard como subpersonaje principal. Es habitual hallar un villano de turno grandilocuente, al igual que algún subordinado psicótico, pero esta conjunción no es siempre común y mucho menos efectiva. El equipo de Hebi está conformado por personalidades dispares, pero muy propias de una alianza del mal. El contraste de héroe y antihéroe, de protagónico y antagónico pocas veces se ve complementado con personalidades huérfanas de pares en los bandos y es que resulta caprichoso usar un personaje con carisma si no se le enfrenta a un igual. Sin embargo, en este caso ocurre una excepción, pues los diálogos de Lian Qi apuntan a un final, o al menos desarrollo, tan grandilocuente como el de su jefa. Durante sus apariciones ha sabido ganarse la pantalla con situaciones gratuitas pero efectivas, clichés pero prudentemente cortos. El mal de Lian Qi tiene potencial y esa devoción enfermiza que va aumentando de nivel como todo en esta serie, empieza a perfilarse en lo que podría ser una de las micro historias justificables hacia el final de la serie. La introducción a su protagonismo se realiza con un incremento de diálogos en los segmentos de los que forma parte, que por momentos rozan con la sublimación del discurso de un secuaz del mal. Estas frases que son puestas en los labios de Lian Qi dan muestra de su futura importancia, además que se cristaliza su participación en un gesto que tendrá más significado avanzada la serie, pues la escena en la que esta subordinada psicótica se come las fotos de Canaan, no solo la desaparece, por tanto elimina y mata simbólicamente, sino que la hace suya, la asimila ya que al ser uno de los objetivos de Alphard es un impedimento y una rival en la que quiere convertirse y suplantar. Este complejo acto denota la intrincada personalidad a relatar de la más devota seguidora (y fan) de Alphard. Sobre este punto, sólo queda esperar cómo se continúa su historia que adivinamos trágica, un acierto de la serie en general ya que siempre son bien recibidos villanos con carisma.
Finalmente, revisaremos dos situaciones que se han presentado en este episodio y que ofrecen más luces sobre los valores incluidos en la serie. En primer lugar tenemos que la comedia puede ser usada como catalizador de discursos y crítica, de parodia y burla, pero a su vez de mecanismo o herramienta para plantear un problema y reforzar una declaración. Esta es una que ya mencionamos en los episodios anteriores y que sitúa en extremos opuestos a personajes femeninos y masculinos. Existen parejas en la serie, su roles varían en jerarquías verticales y horizontales, pero siempre están mediadas por la diferencia del género. En esta ocasión otro reforzador del carácter supresor de la acción viril se vale de la comedia para reducir a los varones. La articulación de lo infantil como regresión es peculiarmente divertida e ingeniosa, ya que poniendo a dos personajes con sus respectivas habilidades en una discusión al nivel de niños de parvulario se los anula. Por esto, Santana y Minoru discutiendo en un vaivén de insultos y prepotencias de las que salen incluso menciones a madres y gustos personales, son clara muestra del subtexto introducido por un creador y guionista que se complacen con aportar contenido adulto a interpretarse y guiños a los espectadores más perspicaces fuera del promedio. En segundo lugar tenemos la noción de lo inevitable, lo fatídico y el destino que aferrado a un personaje por naturaleza positivo cobra más relieve y se vuelve agrio. La aceptación de la muerte en dos ocasiones de Yun Yun deja esa desazón que se esboza débilmente y apenas, y que la relaciona con las referencias clásicas al bufón triste que sonríe pues está roto por dentro. Pero como dijimos, Yun Yun no es el mejor ejemplo totalizador de algo, ya que está hecha con varias características, por eso esa alegría que se le confiere aunque tambalee con la secuencia final no desaparece. Precisamente sobre la escena final que plantea un problema en el análisis del entendimiento de Sun Yun Mei, diremos que es uno de los mejores planos del capítulo, que a diferencia de los demás, no pertenece al de tipo acción, pero sí posee más sentido que – por el desarrollo autoconclusivo – las caminatas hacia el horizonte de Canaan. Como podemos ver, el mundo se ha ampliado y las relaciones trascienden el círculo en el que se desenvuelven los personajes. Ahora queda esperar que este vórtice de motivos mueva al entorno y modifique su movimiento; que de seguro lo hará y de manera explosiva o espectacular – entiéndase el término como mero espectáculo.
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