Estos zombies sí que tienen muy en claro lo que quieren
Impresiones: Entre las diferentes necesidades humanas ligadas, directa o indirectamente a los procesos creativos y resultado de la interacción con el entorno y con aquello que denominamos “cultura”, podemos encontrarnos con elementos, objetos, productos o unidades informativas capaces de motivar una determinada sensación, en muchos casos contrapuestas, pero ineludiblemente complementarias. Y es que aunque parezca paradójico, conceptos absolutos como las máximas cromáticas, espaciales, polares y axiológicas necesitan de dos elementos en su sistema para ser funcionales. Así tenemos que bajo esta característica, la relación humana con sus constructos ha manifestado/desarrollado (cfr.) una serie de necesidades a veces contradictoria, no por eso inválida. Conceptos como creación y destrucción, cotidianos en el quehacer humano han marcado todo tipo de comportamiento social, partiendo desde la psique como raíz – o lo genético según sea la preferencia. Esta tendencia hacia lo muerto y lo vivo, resultado de las pulsiones que Freud nombró como Eros y Thanatos predisponen a determinadas actitudes en relación al origen y fin del ser en sí mismo, pero con un enfoque sexual la mayoría de veces. Valerse del psicoanálisis para explicar un fenómeno de esta naturaleza, en la cultura de masas a través de los medios sobre todo, puede resultar antojadizo, pero es más adecuado que usarlo para una interpretación universal donde su insuficiencia ya es latente. Tenemos entonces, que en la industria del entretenimiento la mezcla del sexo y la muerte en su más expresiva y orgánica degradación, la ficción sobrenatural, aprovechándose en sus orígenes de los deseos latentes y reprimidos de los colectivos, como catalizador creó universos ficcionados, manifestación de los mismos. Todo esto en el género del horror.
"'Cause this is thriller, thriller night And no one's
gonna save you from the beast about strike"
La amplia ficción de horror ha desarrollado para su galería de aberraciones y víctimas protagónicas, caracteres sobre o infra-humanos a cantidades industriales, cada uno más o menos aterrador y ridículo según el contexto. En ese catálogo de criaturas, importado del folclore popular haitiano – con orígenes africanos por supuesto – tenemos al zombie o muerto viviente, resultado de la reanimación mágica – originalmente, y planteada como científica después – por un brujo experto. Carentes de razón y tenaces, estos entes insaciables en su ansia de carne, vida o más “clásicamente” cerebros, se degradan y pudren a velocidades realmente altas, en curioso recordatorio de lo fugaz de la subsistencia, incluso en ese estado. Los zombies, no obstante su fragilidad, gozan de gran popularidad y aceptación en la cultura pop a consecuencia de su paso por la literatura, la radio, los cómics y el cine, su más importante promotor. Asociadas siempre a películas de bajo presupuesto o “serie B”, las producciones fílmicas de horror con zombies han mantenido medianamente una casi religiosa fidelidad a sus orígenes – las etapas son un tema aparte – con tópicos muy claros y fórmulas usadas hasta el hartazgo: escasa profundidad de los personajes, falta de lógica en su premisa, destrucción urbana, ataques colectivos, villanos tras bambalinas, jerarquías de supervivencia y emparejamientos resultantes. Con todo esto, el género apela al entretenimiento, hecho evidente tras toda la asimilación por los formatos de una industria que desde los años treinta la expone en funciones. El cine de zombies engloba en su simplicidad el sentir de una época y podríamos decir hasta una actitud marcada por las hormonas juveniles, el sexo, la diversión, la acción y obviamente los muertos, sean divertidos o no; razón por la que su existencia y relación con esos elementos la hacen objetivamente parte de la cultura moderna. Si es válida una concepción e interpretación artística del género, es discutible, pues si bien evidencia mecanismos de arte, la parte no hace al todo, habiendo otras ramas o formatos de la expresión artística que la desarrollan con más éxito, pureza y estética. Esta afirmación es cuestionable, pero es propia al menos del intento de objetividad – no me considero en lo absoluto fan del tema – ya que no se apoya en el fanatismo – veo mucho más de arte en los cuerpos pútridos y deformes de la obra pictórica de Francis Bacon que en el cine de George A. Romero. Pese a estos antecedentes, y contando con muy pocos títulos precedentes en el mundo de la cultura popular japonesa, desarrollaremos a continuación la última producción del género fuera del circuito americano, un título heredero de ese prolífico cine tan fiel en sus premisas como necio en su autovaloración de calidad, la serie anime High School of the Dead.
Esta escena (posición) será mejor entendida por los lectores de Vatsiaiana
Adaptada del manga de Daisuke Sato y Shouji Sato, guionista y dibujante respectivamente, High School of the Dead o simplemente H.O.T.D, es una serie shounen con todos los elementos que esto implica, más el agregado de la presencia de zombies. Y debe hacerse esta pequeña acotación debido a que con toda la variedad de temas abordados por el manga y anime, estas criaturas no han sido protagónicas ni relevantes en las producciones. Salvando la notable diferencia con Hellsing y sus recientes ovas, podemos contar apenas títulos como Zombie Hunter, Zombie Powder, Kore wa Zombie Desu ka?, Zombie-Loan y Zombie ya Reiko, obras tan nefastas como sus nombres indican. En el caso de la serie que nos ocupa, pese a que fue esperada fervientemente por la comunidad, el tema es la suma del los tópicos antes mencionados más los clásicos fetiches nipones – quizás allí radica el entusiasmo del fandom. Sin embargo, como hemos podido experimentar con ciertas producciones, la adaptación de un estudio de animación es tan importante como la historia misma, y si la trama de H.O.T.D no es de las más elaboradas, no es mala, lo cual permite que con un adecuado tratamiento se eleve por sobre la media o llegue a cumplir con los estándares mínimos de la crítica o del consumidor especializado y experto – en gore, horror, suspense y seinen para ser más exactos. Madhouse, el estudio que nos trajo en la temporada pasada la gran adaptación de ese gran manga llamado Rainbow: Nisha Rokubou Shichinin, esta ocasión trabaja con las ovas de Black Lagoon: Roberta’s Blood Trail y con H.O.T.D, logrando para una producción televisiva un nivel más que acertado al seguir al trabajo original y dotándolo, ensalzándolo y sazonándolo con ese espíritu oscuro y emoción que redunda en la ya conocida épica de los primeros episodios de cualquier serie hecha por Madhouse.
La justicia poética a merced de la libido o Madhouse y su exceso de fluidos
La estética sombría sello de Madhouse y de sus miembros – que hace intuir la existencia de una generación oscura de creadores (cfr.) – marca desde el inicio del episodio un tratamiento embellecido de lo hórrido. Los monólogos, los encuadres, los objetos complementarios de un plano estático, la narración no lineal y su encadenamiento apuestan por la incomodidad y por transmitir el desasosiego al espectador. Se trata de generar en el televidente el desconcierto de los protagonistas y lograr que aquellos se identifiquen con los jóvenes héroes de turno, sin importar que el rango de la edad represente algún problema; pues como se ha comentado anteriormente en nuestros textos y podcasts, la brecha generacional no es válida en la mimetización con los caraceteres ficcionales juveniles del manga/anime debido a que esa misma lozanía y frescura de su edad los hace más vulnerables y cercanos al ideal de un consumidor adulto además del propio niño y adolescente, claro. La dosificación de información cumple un papel importante al momento de sorprender y motivar emociones en el público, cosa que de por sí el género ya posee, aun así, el relato adaptado se da maña para provocar preguntas que no será posible responder, al menos por ahora. El origen de la contaminación o infección zombie no es explicado y por el contrario se ocupa el tiempo en desarrollar a los personajes y sus relaciones como introducción o preludio – no digamos al caos, pues este da inicio al primer segundo de la serie con el recuerdo de Takashi –, siendo muy oportuno el juego de luces y música para la ocasión, pese al poco cuidado de la animación en ciertas tomas, a su ausencia y a la censura.
No se confundan por el ángulo, eso es un bokken
Con todo esto, podemos descifrar que en el actuar irracional se expone una fórmula que clarifica tanto estructura narrativa y uso de planos como la sucesión de eventos y escenas mostradas. De la manera más simple el espectador puede entender que si el grupo protagónico huye debe mostrarse de qué lo hace; por esto, las escenas de otras áreas del colegio con los alumnos “zombificados” cumplen un fin directo aunque encubran orden en sí. Veámoslo de la siguiente manera: narración en primera persona > hechos actuales (infección de ciudades) > sobrevivencia de personajes (introducción de caracteres) > explicación de la primera infección > (desarrollo de los hechos en flashbacks). Como podemos apreciar, cada partícula narrativa corresponde a una escena y se relaciona con el proceso de infección en sí, es decir una gradación de la evolución del virus zombie: infección, mordida y contagio. Además de esto, el capítulo explora la ruptura de valores tipo como ciertos lugares comunes; la escena del rechazo de Takashi en el aula vacía al atardecer es lo opuesto al ideal de situación romántica adolescente en los manga/animes con las parejas formándose en ese escenario con un recuerdo duradero, inocente y diáfano. Aquí se rompe eso y se hace en virtud de un personaje, cosa que desarrollaremos más adelante. Esta ruptura no significa, de todos modos, un divorcio de los arquetipos y convenciones necesarias que podemos identificar en situaciones desoladoras, de service y de comedia. Una a una las visualizamos así: el panorama desolador está en cada secuencia en la que los personajes interactúan con la amenaza zombie y con ese otro personaje que es la ciudad, que les indicará que su predicamento es algo más extendido que su mini universo escolar y funciona como ralentizador de la esperanza. Se les recuerda que la muerte está en todo lugar, que el suelo que pisan está o invadido por la muerte o es la muerte misma, y el cuerpo además de llevarla en el sentido final de la existencia, esta vez también se vale de contenedores andantes y autómatas con ansias de carne. Por su cuenta, el service de la mano de las hormonas adolescentes cumpliendo a cabalidad el trabajo original del manga se decanta por el espectáculo con base freudiana de la carne viva alrededor de la muerte. Que la muestra de ropa interior femenina se dé en toda ocasión y sin justificación alguna – llevada al extremo por obra y gracia de series como la fundamental/intrascendente Aika – mientras corren por sus vidas, no se reprocha pues si bien service evidente, refuerza la ficcionalidad de lo que se cuenta, no por la formas imposibles de féminas en desarrollo sino por el balance de la fórmula “acción, muertos y chicas lindas”. Por tanto habiendo más “pantsu shot” que en el promedio de series no se invalida la premisa de la trama, que como dijimos es simple. Finalmente, la comedia en este ámbito además de acercar a sectores recurrentes el título se enlaza con dos de las características raíz de H.O.T.D, el anime (service) y el zombie show (humor barato). El mejor ejemplo de esto puede ser la secuencia con las compañeras huyendo mientras se prometen apoyo en base a su forjada amistad, la cual no dura ni dos segundos luego de que una de ellas sea capturada por un zombie. Ese guiño tiene tanto de pop japonés como de humor americano, pero no es lo único, hallamos también un sin fin de referencias que enriquecen esta mezcla como: posturas sexuales (minuto 13:51), mediocridad docente (tanto del suicida ¿guiño a Takeshi Kitano?, como del “acartonado”), cobardía (la de Hirano), moe y “tsunderismo” – me permito el término – (ambos de Saya).
"No subestimes el poder de las tsunderes, Kuota Hirano"
La música que ambienta el episodio, y por tanto el resto de la serie, como era de esperarse tiene una base más dura, cercana al j-rock y post rock, en la línea de la escuela de Hideki Taniuchi, cosa que nos hace pensar más en una escuela Madhouse que parece buscar cierto tipo de sonido. Mientras que Takafumi Wada se encarga de ambientar todos los momentos musicales que acompañará la travesía oscura de los protagonistas, la apertura y cierre corresponden a los grupos “Kishida Kyōdan & The Akeboshi Rockets” y “Maon Kurosaki”. Las melodías instrumentales con la peculiaridad de lo acerado de las guitarras son un complemento muy bien elegido para la situación y el tema, en donde parece repetirse además de la tradición del estudio la fórmula con mediano éxito de mezclar zombies y rock, propuesta por las películas 28 days later y 28 weeks later. La influencia de estos títulos es considerable, al punto que se recicla incluso una canción con arreglos particulares, lo que no la salva de ser una copia (minuto 18:17, “28 Theme”). En el apartado del trabajo vocal contamos con las voces Junichi Suwabe como Takashi, Eri Kitamura como Saya y Marina Inoue como Rei, quien pese a tener que desarrollar un personaje demasiado emocional realiza eficientemente su trabajo – en lo personal la prefiero como Cossette d'Auvergne o Chiri Kitsu. Estos personajes por ahora incompletos en la presentación serán compuestos por diversos roles vistos tradicionalmente en las series niponas como la chica tsundere que lleva al extremo su frase cliché en claro guiño al televidente asiduo – el uso de la palabra “Baka” (idiota) hasta diez veces en una oración recuerda con ironía cómplice la mítica pronunciación de las 10/11 violaciones por segundo de Krauser en Detroit Metal City. También tenemos a una practicante de kendo, al chico popular, al cobarde, a la despistada y al protagonista descuidado que roza con la delincuencia, pero más complejo esta vez, como veremos a continuación.
El Shounen Bato
(el chico del bate)
“El día en que todo lo que conocía llegó a su fin, maté a mi mejor amigo y abracé al amor de mi vida por primera vez” (El Shounen Bato). Decidí iniciar este párrafo final con una cita usada en la serie y con una referencia a uno de los grandes – si no el más grande – títulos del seinen, Paranoia Agent (Mousou Dairinin. Satoshi Kon 2004). Y es que para ser un título que pese a su buena adaptación, H.O.T.D posee una historia simple con personajes típicos y clichés universales. Aún así, tiene un protagonista que aunque sabemos como se perfilaba fue capaz de mostrar una personalidad interesante y un paradójico sistema de valores. Takashi es un personaje sombrío, meditabundo, solitario y depresivo, claro a consecuencia del rechazo de Rei, pero es un rasgo de su personalidad a fin de cuentas. Este tipo de caracteres usados recurrentemente en las series shounen, busca identificarse con el sector marginal de la audiencia, apelando a un público ansioso de historias sobre “perdedores” en un universo que posibilite el desarrollo de su potencial. La identificación con el héroe es en este caso la compasión y asimilación del rol frente a la competencia desventajosa de los rivales, pues no vamos a negar que en situaciones donde el protagonista carece de muchas virtudes siempre se le inmiscuirá en un triángulo amoroso o vórtice argumental. Con antecedentes populares, para mayor referencia, como Kei Kurono y Van Fanel, nuestro protagonista en este primer episodio carga con un deseo; hosco a simple vista es capaz de correr tras Rei para protegerla y no necesariamente para enaltecer aquel sentimiento trillado del amor, si no por su provecho, su egoísmo. El deseo mueve a Takashi, las hormonas y la adrenalina irrigada en el torrente sanguíneo resultado de los eventos no hacen más que confirmar que este héroe además de ser un niño caprichoso y egoísta, es un hombre con necesidades físicas más cercano a los antihéroes. Estos motivos no son del todo claros, incluso en la propia mente de Takashi quien encuentra en la doble tragedia proporcionada por su amigo Hisashi y los zombies un placebo. Siendo el protagonista, no es de extrañar que el episodio íntegro se dedique a enaltecer y enriquecer su rol ofreciéndole posibilidades de solución para sus traumas y anhelos, que probablemente no disten mucho de los de la mayoría de los espectadores adolescentes. Hisashi es infectado, y en una escena que parece de justicia u oportunidad de venganza casi poética, Takashi se convierte en el macho alfa; su mecánica de lo sensual y copulatorio se desata y asume su responsabilidad. El personaje es tan temeroso como cualquier joven de esa edad, tan débil física y emocionalmente como cualquiera, pero su mente es más adulta que la de sus pares animados, acercándose más a la realidad. Si la existencia de Hisashi se justifica solo para que Takashi evolucione, la derrota moral/emotiva de Rei corona esta exposición de machismo no en su forma más sutil precisamente – recordemos que la sociedad nipona lo es. Así, con este discurso cuestionable de las relaciones y valores morales de líneas delgadas cruzadas, Takashi es capaz de manipular y resignarse a la vez, de aprovechar la situación y triunfar, pero mantener la culpa y las sombras en una mirada de insatisfacción. Además de no ser plano, se debate entre varias convenciones sociales con la pericia inexistente de la adolescencia. Este es uno de los factores que además de la buena animación – salvando escenas muy descuidadas y trucadas –, música, fondos y textura, hace de H.O.T.D una serie a seguir en la presente temporada de verano 2010, más allá de las críticas o apoyo al service mostrado. Difícilmente será la mejor serie de la temporada debido a su poca profundidad, pero sí de las más esperadas y comentadas.
“El día en que todo lo que conocía llegó a su fin, maté a mi
mejor amigo y abracé al amor de mi vida por primera vez”
EPIC WIN!!!